(Keine Übersetzung vorhanden)

Caracas: 18.de Mayo 2008. Preparando los documentos técnicos para el concierto del jueves en que se presentará „La Noche“, en el ciclo del XV Festival deMúsica Latinoamericana, me pierdo en reminiscencias. Flashback:

Otavalo, hace unos diez años, fiesta del Yamor. Muchos espectáculos, eventos por todas partes. Trato de descifrar el horario. El siguiente acto a las 18:00, concierto popular en el parque x, al aire libre. Tarde soleada pero comienza a soplar un viento frío. Me dirijo al parque, gozo de los últimos rayos del sol. Los técnicos de sónido y luz corren de arriba para abajo, probando micrófonos, monitores, subidos a escaleras de metal arreglan reflectors, filtros de color, entre gritos y bromas.

La consola-audio me atrae fatídicamente: nos saludamos cordialmente, pues nos conocemos ya desde hace unos treinta años. Sus bailarinas luces verdes y rojas, sus cifras positivas y negativas son rituales mágicos y me hablan de amigo a amigo.

Y claro, hecho una mirada a los altavoces. A la izquierda del escenario una torre con unos quince altavoces, igualmente a la derecha. Pienso, „claro, como concierto de rock, habrá sonido pesado“. Me pregunto si no es demasiado para el parque. Pero pienso en la ley acústica: si duplico el número de altavoces obtendré solo un incremento de 3 decibeles, posiblemente tienen razón.

Me paseo curioseando. Camino por detrás del escenario. Que sorpresa! La mayoría de los altavoces, son cajas vacías! Me acerco discretamente al técnico y le pregunto porqué:

„Pues, porque se ve mejor“, me dice.