(Keine Übersetzung vorhanden)

Mitsuike

(Según recuerdo: Las Tres Lagunas, en japonés)

De marzo a septiembre del año 1970 viví en Japón formando parte del equipo que, liderado por Stockhausen, representó a Alemania en la Exposición Mundial de Osaka. Me alojé (con Gaby) en un pequeño departamento con paredes de cartón (hablo literalmente), en Mitsuike, un lugar cerca de Toyonaka-Shi, en los suburbios de Osaka, (donde además de la excelente comida gozamos inefablemente del Bunraku, teatro tradicional de muñecos). La estación de tren en que nos bajábamos para acceder a nuestro apartamento se llamaba Nishinakajimaminamikata, (muy parecido al kichwa, verdad?).

Mitsuike (las tres lagunas) estaba rodeada de estanques interconectados por riachuelos y canales. Estoy hablado del verano, muy caluroso y húmedo y con una exhuberante flora y fauna. El paraíso terrenal. Sin Eva. Sobre todo las noches reventaban los olores y ruidos. Orquestas de sapos, desde los más pequeños, hasta contrabajos, no me dejaban dormir, ni a mi, pues en mi familia soy conocido como dormilón compulsivo (tengo el privilegio de haber pasado la mayor parte de mi vida durmiendo). Que hacer? Salir a pasear, claro, con micrófono en mano. Cada noche olores nuevos, sonidos nuevos, insectos nuevos. Multimedia.

Agua, por todos lados: lluvia, agua en los estanques, agua en los riachuelos, agua corriendo por túneles de canalización convertidos en resonadores extremadamente musicales. Claro: desempaqué mi equipo, me tendí sobre el suelo; con audífonos en mis orejas y con el micrófono metido en el sifón de la cañería empecé a grabar. Paraíso que no duró mucho. Me regresó a la realidad una patada suave en mi costado. Era un policía (en realidad tenía cara de ser de Cayambe, pero, claro estábamos en Japón, opté por esta solución, debía ser japonés). Me habló en ese idioma. Creo. Le mostré por gestos que no comprendía. Por sus nuevos gestos comprendí que me preguntaba que estaba haciendo. Por gestos le expliqué que era compositor ecuatoriano de música electrónica, pero que también hacía música concreta, también música puramente instrumental, que eventualmente los sonidos que grababa pasarían a formar alguna composición (todavía no había pensado el Yakushimi, pero ya lo intuía). Por gestos me indicó que no comprendía. Sacó su walkie-talkie: “moshi-moshi” comenzó y habló unos diez minutos con alguien, que me imagino, pertenecía a alguna central. (Recordemos que vivíamos tiempos agitados: guerra en el Medio Oriente, grupos terroristas que querían atentar contra la exposición en Osaka, etc. Un monólogo curioso, en que yo trataba de imaginar lo que él quería decir y fantaseaba sobre lo que le contestaban. Al final se me acercó, enérgico, me dijo algo que podía haber sido “terrorista” y me quiso arrestar. Puse cara de inocente y le invité a que controlara todo lo que tenía y manejaba. Entiendo que me pregunto “que es eso” refiriéndose al grabador. Lo puse a marchar, le puse los audífonos en sus orejas. Una mirada confusa. Pero!!!, poco a poco, en varios minutos, se suavizó y comenzó a sonreír. Dijo algo que me sonó a “que bonito”. Me abrazó y se fue sonreído. Mi primer éxito, posiblemente mi último, como compositor en el Japón.

Me quedé pensando: si él no hubiese hablado en japonés, podía muy bien haber sido cayambeño.

Me imagino que él se fue pensando: “éste tipo me engañó, pues sin duda es japonés, porque se niega a hablar en este idioma?”.

27 de abril de 2014,

en el tren Darmstadt-Freiburg.

MM